lunes, 30 de diciembre de 2013

, , , , , , , , , ,

El sonido del 2013

Y llegó el último post del año.

En resumen, hubieron semanas pasionales acompañados de una intensidad que me puso a la deriva en un bote sobre alta mar. Culminé la carrera y continúo en un proceso administrativo me pone más aprehensivo que Josef, en El Proceso de Kafka. Mi libro favorito fue Rana de Mo Yan, por lo bien entretenido que me tuvo en verano. Amo demasiado ver Fallen Angels de Won Kar-Wai. Pude recuperar mi bonsai de ciprés chengiano. Conocí Tacna y pude escaparte a Arica para observar un morro que se ha despercudido de leyendas. He viajado muchas veces a la selva central para ser parte de la alegría, del baile y la buena comida.
Gracias a todos los que me acompañaron este año, por lo enseñado, compartido trabajo, tragos, almuerzo, cama y vivido.

Y las canciones que me gustaron.

Editors - A ton of love / The Weight
 

The National - Sea of love / You should live in salt
 

Andrés Calamaro - Bohemio / Tantas veces
 

James Blake - Retrograde / The Wilhelm scream


The Drums - Me and the moon / We tired 


Tanita Tikaram - Dust on my shoes 


Caetano Veloso - Mora na filosofía 


The xx - Fiction 


Daft Punk - Get lucky


Leonard Cohen - Dance me to the end of love

Manolo García - Sombra de la sombra de tu sombrero

Grizzly Bear - Yet Again / Gun Shy


Atoms for Peace - Ingenue / Before your very eyes

Y la canción que resumió el ecléctico 2013 que pasé.

Continue reading El sonido del 2013

martes, 19 de noviembre de 2013

, , , , ,

De regreso a lunes

“Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo: razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza del presente, que el pasado no tiene realidad sino como recuerdo del presente”, extracto de Tlön, Uqbar, OrbisTertius, Ficciones, Jorge Luis Borges.

Durante las últimas semanas estuve experimentando sobre la “refracción del tiempo”, una frase que me vino en el delirio para darle sentido a la relatividad que tiene en tiempo al escribirse y puede ser confundido entre lo pasado y lo venidero.

Relatividad, en litografía, M.C. Escher
Van dos semanas de insomnio y quizá sufrí alteraciones en la memoria, sin embargo, inmediatamente evoco el último sueño que recuerdo: corría a la misma velocidad de un taxi en el medio de una pista, parecía un perro que agitaba las orejas mientras veía su reflejo al espejo, no distinguí la mañana de la noche, entonces me encontraba en plena madrugada corriendo a la misma velocidad del vehículo para pedirle me lleve a mi casa porque cerca, un grupo de amigos con los que estuve tomando empezaron a darse golpes entre sí: “el pogo, el pogo”. Horas antes, bailaba cumbia en un bautizo que terminó cerca a las diez de la noches y todos fueron a dormir temprano, salí con Renán, tunantero, guitarrista, vocalista de un desaparecido grupo de música wave, quien me animó acompañarlo a una tocada. Con una sola luz palpitante en colores, adolescentes en trajes negros, espuelas, cabellos abultados y pintados de rojo, pálidos: El Club de Charly. “UlrikeRazumov” y un compañero  que egresó hace varios años atrás la facultad se acercó y el grupo fue creciendo mientras el local se iba llenando de presencias que tenían como saludo: “¿La Oroya?”. La esencia del wave: travestis, ojos delineados, chalecos de cuero y nosotros parecíamos el grupo “menos posero”, claro, me sentía el más joven en un grupo de cuarentones que han dejado las pintas y las ropitas atrás para darle sentido al sonido, la nostalgia que los mueve como a Morrisey, Mark Hollis, Vince Clarke. El sueño me poseía mientras corría anfetaminas, bolsitas, papel aluminio, jeringas y tanta cosa extraña aún, tuve que decidir: soy natural, como dice un gran amigo y llené y vacié a la vez mi cuerpo.

Al día siguiente me encontré con la chica que me acompañó el baile en varias canciones durante el bautizo, “oye esas ojeras” me preguntó aprovechando para palparme las mejillas, “he dejado de usar lentes, es por eso, lo otro: me tengo que afeitar esta semana ya”. Y continuamos en camino opuestos, horas antes desperté del dolor de cuello que me estaba provocando dormir sobre el sillón, tenía llamadas perdidas que no quise devolver, estuve desorientado por varios minutos hasta que me puse la casaca y salí en busca de pan y nuevos cabezales para el afeitador porque estuve semanas intentando rasurarme la barba con la mano izquierda, mientras la derecha seguía llevando los tres puntos de un accidente casero.
Mañana tengo programado volver a la universidad y seguir tramitando documentos para el bachiller, con el alivio que ya terminaron las clases del curso de actualización, estaré en la cola escuchando música, mirando de lejos los coqueteos entre los trabajadores administrativos de la universidad, a quienes ya conocí el año pasado mientras hacía prácticas pre-profesionales. Almorzaré solo nuevamente, miraré el atardecer y seguiré buscando los libros necesarios para la bibliografía para el trabajo de investigación.

Durante la semana, decidiré si viajo a Lima, al menos para un par de días y luego regresar para viajar a Arequipa, soñaré y olvidaré lo que soñé. Esperaré a que el año termine y haya terminado por desamoblar mi habitación y alistar maletas para salir de casa.
Mientras iba terminando, sorprendido, me percaté que estuve siendo poseído por el sueño y que lo que pasó, lo recordaré y algunos hechos se harán difusos, y lo que vendrá se hará mutable, fue entonces cuando esbocé un rictus y el di la bienvenida al lunes.

Continue reading De regreso a lunes

lunes, 28 de octubre de 2013

, , , , , , , , , , ,

Tres

Los ecos de las bombardas llamaron la atención de todos los pueblos aledaños, las chispas se expandían entre lo más alto de las montañas; desde Mayunmarca, Serapio que languidecía pudo despertar, sobó su vientre y alistó el mejor traje para emprender camino hacia Cosme,  donde los poblanos llegados de muchos lados, mayormente de Lima, empezaban a festejar a las tres vírgenes: del Rosario, Cocharcas y Santa Clara. Tal vez soportaría las seis horas de caminata más el hambre hasta llegar o quedaría en medio del intento y del sendero.

Catarata Tirol, La Merced
La neblina despejó y a lo lejos empezaron a escucharse el sonido de las aves en medio de la selva. El despertador sonó y nadie pudo ponerse en pie para apagarlo, Carol pudo atinarle con el zapato y la sala quedó nuevamente en silencio. Los cuerpos yacían en el sillón y las camas. O fue el hambre que provocó en ellos un zumbido que fue acelerando hasta que la jovencita de cabello alborotado dijo: “¿Nadie piensa comer?”, y el desayuno fueron sobras del día anterior que supieron mucho más rico y macerado que alguna vez en sus dos décadas de vida. “Ya tenemos fuerzas, hoy somos Tirol”. Y el grupo de jóvenes se alistó para emprender un viaje hacia el calorcito de la selva, el que ofrece Chanchamayo y el que ofrecen sus habitantes.

Las ollas fueron levantadas por tres jóvenes padres, quienes ordenaban a sus parejas seguir atizando la leña de las vicharras, “sopla, sopla duro”. El humo y el vapor salían de las cocinas de las familias que pasaban la fiesta. Había muchos invitados para ofrecer el desayuno: “para los músicos, los tíos que vinieron de lejos, los toreros, los filmadores…”. Serapio pudo llegar a tiempo, dibujó una sonrisa afable en su rostro y empezó a saludar a todos como si los conociese y quisiese de mucho tiempo, fue bien recibido y sus ojos brillaron más bajo el reflejo del sol vespertino en la sierra cuando probó el primer sorbo de caldo de gallina mientras las bombardas seguían siendo mandadas al cielo, anunciando el día principal de la festividad. El eco fue impresionante debido a la geografía, donde la mayoría de pueblos se encuentran en la cima de montañas y se ven frente a otra, como si tuviesen alguna gratitud a lo celestial y quisieran estar más cerca. Desde esa altura, el río Mantaro y la carretera se ven como dos hilos serpenteados.  

Los gritos de emoción de los jóvenes, que se abrían paso entre sinuosos caminos de barro, alborotaron la tranquilidad del lugar.

-Por eso no jalo.
-Tranqui nomás, escucha a los árboles, ellos también se alegran de tenernos aquí.
Carol se sentía orgullosa de haber nacido en La Merced y observar a sus amigos de barrio, en Lima, experimentar por primera vez de la humedad del lugar, el olor a hojas de plátano, el chillido de algún animal salvaje, encontrar mariposas de una infinita variedad de colores y tamaños. Entre bromas, anécdotas, piteadas y siguiendo a un pequeño río llegaron a la catarata de Tirol. La caída del agua puso la atmósfera del lugar como si miles de pequeñas gotas estuviesen en constante llovizna, la alegría del grupo fue inigualable.


Amanecer en Cosme, Churcampa, Huancavelica
Serapio llamaba la atención por su vestimenta tradicional, llevaba el sombrero de chopja y algunos cosminos reconocieron que él no era del lugar y comentaron que de donde él venía fue un pueblo que desapareció a causa de un diluvio que arrasó con todo y que desde los años noventa, Mayunmarca se fue reconstruyendo de a pocos. Las parejas que bailaban al compás de una banda ayacuchana también reconstruían sus tradiciones, ellos se dirigieron a la plaza bajo el sol del mediodía, al llegar a la pequeña capilla las estatuas de las vírgenes esperan para ser paseadas por la plaza, alrededor de un eje, que este caso fue un hasta sin bandera.

La tarde se asomaba y era tiempo de regresar, los jóvenes olvidaron llevar alimentos y tuvieron que tomar agua de la catarata ante la sed que los agobiaba, uno de ellos empezó a culpar a Carol por haberlos llevado y no haber planeado bien las cosas, los demás siguieron con la misma conducta hacia ella. “Mira carajo, encima estamos todo mojados” y de un empujón Carol cayó a un pequeño desnivel y sus amigos continuaron el retorno.

Zapateos, música, alegría y nadie permanecía con un solo grupo. Todos terminaban conociendo a todos, pasando botellas de cerveza o de “calientito”. El sonido de la multitud era diferente, el acento lo convertía en un cantar y el quechua los volvía hermanos. Serapio iba rotando, pero lo tomaban como un loquito más que demostró haber llevado mejor a los toros de bufa que los que vinieron desde Lima. Sus cejas de arquearon cuando sentía que se iba quedando solo, en una esquina, su quechua era de alguien que vive más al sur.

Mientras cenaba, una jovencita entró al restaurante y, de pronto, sentí una sensación que me provocó seguirle con la mirada mientras conversaba con mi amigo. La chica de cabellos alborotados llevaba un polo húmedo de varón y un short de jean, una herida en la rodilla y rasguños en el cuerpo. Se sentó frente a mí y me trató como a un amigo que conoce y quiere de muchos años, empezamos a hablar y ambos nos sorprendimos haber vivido muy cerca en Lima, en alguna época. Le invité la mitad de mi plato, que rechazó en un comienzo y luego comió con frenesí. Mi amigo que estaba avergonzado se fue al baño. “Mi nombre es Carol y tú ya me entiendes bien, así que ya sabes, estoy dispuesta a todo”.

Huancavelica
Al tercer día de fiesta y de haber observado a Serapio, decidí acercármele y me habló en quechua, le respondía con algunas palabras que ya había aprendido hasta que comprendió, giró a verme y empezó a hablar en español. Sus ojos, a los cincuenta y tres años, le brillaban con mucha intensidad, “mi mamá es de allá y mi papá de más allá”, aunque sólo conozca su pueblo y los aledaños, le ha quedado entendido que todos en el país somos una mezcla de rasgos oriundos y no oriundos, “¿sino por qué crees que tengo estos ojos y esta piel roja?”.

Prometemos con Carol encontrarnos en Lima nuevamente y le doy dinero al mototaxista para que la lleve a su casa, “es brava la flaca, araña bien ah” y con un abrazo muy cálido nos despedimos. La fiesta terminó y mientras volvemos a la casa de la familia que nos hospedó, Serapio empieza a cantar sus huaynos en quechua, “Ripusajmi, ripusajmi” le digo y entona un huayno que parece le estremece el alma, le recuerda a su esposa fallecida y a sus hijos que lo han dejado, nos tomamos del hombro y seguimos la marcha de regreso como amigos que se conocen de siempre.
Continue reading Tres

lunes, 23 de septiembre de 2013

, , , ,

Un mercado llamado Primavera

"No, por qué me tienes que lamer, abuela... me hincas", desperté y Paquito me lamía la cara. Me levanté y el tarro de leche estaba vacío, vi la hora, me acerqué al espejo para notar las ojeras, pasarme las manos y verme nuevamente joven.

Primavera de  Sandro Botticelli
"Felicidades, amigo", "Feliz día de la amistad", "Petito, ten un gran día, somos jóvenes siempre"... recibí mensajes de texto al celular y a algunas redes sociales. Me desconcerté porque creí el 14 de febrero celebraban esas fechas, no les tomé mucha importancia que tenía proyectos en mente.
Continuaron los saludos, esta vez fue para mi hermano que cumple 16 años y un buen banquete para la celebración.

Llegó la noche y al terminar de tomar fotos en un "evento social", caminaba hacia la casa de mis abuelos. "Lunes nuevamente y no he escrito" y el panorama empezó a cambiar: chicas caminando, en grupos, destilando feromonas y perfumes. Las personas caminaban como danzando, contorneando el cuerpo y llevando el mentón levantado. Las discotecas estaban abiertas como cualquier día del fin de semana, decorados con globos amarillos y algunas en forma de flores. De pronto, un súbito pensamiento llegó a mi mente: era el cambio de estación en el hemisferio sur y aquí se celebra el «Día de la Primavera y la Juventud». Toda esa idea romántica de la fecha me hizo sonrojar y me puso de buen humor: los jóvenes salían con el rostro lozano, los cabellos llenos de gel, ropa nueva y colorida. El mundo se movía nuevamente para celebrar la felicidad de ser joven, y si no lo fuesen, lo llevaban en el alma.


Sentía cansancio, me dolían los pies y brotó música de dentro:



Retorné a la casa de mis abuelos sobre una nube suave, con ganas de seguir escribiendo lo que me pasa o no, lo que imagino y lo que me gustaría imaginar, lo que sueño o lo que no logro soñar, lo que pienso y lo que luego lo contrapongo, con ganas de vivir y descansar porque hoy fue un lunes que sentí transcurrir como un videoclip: intenso, corto e introspectivo.

Hasta el próximo lunes.

Continue reading Un mercado llamado Primavera

lunes, 19 de agosto de 2013

, , , , , , , ,

Varado

Vientos fríos, disfrazados de hilos muy delgados, en mis sueños, cruzaron mi nariz y desperté. La inamovilidad del bus me reveló problemas: había quedado varado en Ticlio.

Aún de madrugada, aproximadamente las cuatro ya muchos pasajeros también se percataron que éramos parte de una gran fila de buses, camiones, automóviles, camionetas, tractores, ovnis, etc. Traté de reincorporarme en medio del sopor, el sueño fue rápido y desperté. Siete de la mañana y el bus sólo avanzó un par de kilómetros y por la luz tomé conciencia del horror: estábamos en la subida al abra.

Cogí el celular sin señal y con el constante tintineo de alerta por la batería baja. No podía escuchar música, el libro que leía estaba en el maletín que puse en la bodega del bus. Me quedaba algo por hacer: entregarme al pensamiento, los recuerdos y quedar suspendido entre sueños.
El cielo plomizo de todos los inviernos, el cielo pálido y cansado cubre nuevamente Lima,
no lo veo igual, sin embargo, he vuelto a la Alameda de los Descalzos y se sido transportado nuevamente gracias al mismo cielo. Mientras nos sentamos en una banca, que no recuerdo haber existido diez años atrás, voy rememorando mi corto paso por la zona: callejones profusos, sonido de ollas, veredas angostas, fachadas sucias por el monóxido de carbono, pirañas, señoras de caderas prominentes y el centro de orientación para menores. Mientras veo un gesto lleno de curiosidad, añoranza y deseo, me hago la misma pregunta de hace algunos años atrás: “¿Qué será del Rompecocos?”. Voy narrando las anécdotas que, siento, llueven en mi mente, la humedad la huelo y mi cuerpo se estremece. Tengo la impresión que la tarde se hace lenta hasta que se detiene y ambos nos quedamos mirándonos.

Desperté nuevamente y había transcurrido media hora de lo último recordado. Entre sueños, corría por la alameda, con una Carlota (leche espumada) en las manos. Me sentí ligero después por haber compartido momentos que antes guardaba con recelo. Los pasajeros, incluyéndome, empezaron a desesperarse, la terramoza corría de un extremo al otro llevando algodón, alcohol, pastillas, vasos de agua, bolsitas. Escuché que alguien propuso bajar, pero ya estábamos prohibidos de hacerlo que el cambio de temperatura nos pondría peor. Así que asumí esas horas de encierro, como cuando lo hice en el centro de orientación por las tardes. ¿Qué hemos hecho para que nos suceda esto? Dijo una señora que acariciaba a su nieto que padecía de soroche. Pues, nadie hizo nada, todos tenemos siempre alguna nevada intempestiva que nos pone el caminar lento y el sendero se los hace largo, nos sentimos distantes de las personas que queremos. Pero nos sirve para ser conscientes de ello.
El bus llegó al punto más alto, más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar. La situación dentro ya era caótica, “el soroche es contagioso” recuerdo que siempre me lo decían de niño cuando lo padecía y me resistía a las náuseas. Giré a ver el paisaje por la ventana y las montañas estaban cubiertas totalmente de nieve, las nubes y la neblina parecían me arrastraban. Estuve en la cúspide, ahora lo sentía por más tiempo y podía sentirlo más veces. Hube sentido un nuevo placer.

¿Aló, aló, me escuchas? y tuvo eco, los demás pasajeros angustiados también empezaron a coger los celulares. Tenía el cuerpo cansado y recobraba la sobriedad. Volví a ser del mundo cuando escuché las voces de las personas que, en más de siete horas, extrañé con intensidad.
Al llegar a Huancayo, creí ser un héroe que vuelve de la guerra (parafraseando la canción de Mercedes Sosa), llevaba una fuerza tremenda, imaginé que podía resistir fríos intensos y calores abrasadores, miraba de frente al horizonte con determinación hasta que estornudé y sólo quería ducharme y meterme a la camita.


Hasta un próximo lunes.
Continue reading Varado

martes, 11 de junio de 2013

, , , , ,

Koro

El pasadizo está en silencio, ni Pirata (el perro) tiene ganas de ladrar a cualquier extraño que pase por la casa, al parecer a él y a mí nos ha tomado por sorpresa la muerte de Koro (el gato) y ahora andamos algo distraídos, algo nos golpea en el pecho, estamos confundidos, tal vez acostumbrados, sin embargo esta vez es diferente.

En plena época de lluvias, Moya (la gata madre), parió cuatro gatos e improvisamos una caja con telas como una cama portable ya que su espacio era en la cocina antigua de la casa de mis abuelos, pero ella decidió estar en el calor de la sala, cerca de mi cuarto, y la atracción del mes fueron los pequeños. Luego de unas semanas, tres de ellos abrieron los ojos, menos el que se parecía a Moya, el que prefería amamantar a intentar salir de la caja. Todos tenían patitas cortas y de pisadas torpes, sin embargo el gatito amarillo aún continuaba al lado de Moya, era razonable porque la gata no dejaba de lamerlo continuamente, hasta que abrió los ojos, yo lo vi, me sentí realmente emocionado, quería saltar de alegría ante tal brillo que emanaba de él.
Los cuatro hermanos tuvieron que separarse. Una de mis tías pisó de casualidad a uno de ellos y murió, a uno de pelaje negro se lo regalé a mi mamá, pero falleció por el frío; en casa sólo quedaron dos, el gatito amarillo y su hermana que prefería no ser acariciada por los demás.


Moya desapareció después de cinco meses, y los hermanos quedaron huérfanos, me gustaba verlos siempre juntos y noté que era por el gato amarillo porque la hermana prefería estar sola, entonces tuve que ponerles nombres, recordé a mi profesor de Antropología General que siempre nos decía “koro”, porque él, nacido en Puno (sangre Aymara), nos contaba sus anécdotas de niño y un término que siempre repetía era “koro” porque así suelen llamar a los niños, hijos, pequeños en su tierra.


Koro fue bautizado y su hermana por mi prima, un nombre que he olvidado. Me sorprendía siempre la cercanía que Koro tenía conmigo, nunca había tenido un gato que me siga como a un perrito, iba al patio, al segundo piso, al baño y él estaba siempre detrás, me parecía muy gracioso e inusual.
Cuando volví de Chiclayo, a mediados del año pasado, Koro empezó a esperarme en el pasadizo y correr hacía mí esperando a que le diga “mi bebito”, y eso ya me parece demasiado íntimo contar porque no suelo decir tales términos, pero con él me nacía decirlo. Tal vez empezó a tomar esa actitud porque semanas antes me contaron que encontraron el cadáver de su hermana y mostraba signos de haber sido envenenada.
Por las noches, cuando me amanecía con trabajos de la universidad o leyendo, Koro me acompañaba y calentaba. Pirata jugaba mucho con él y todos en mi casa empezaron a notar la cercanía que tenía con el gato que muy raras veces solía salir o tirarse en el techo a tomar sol.
En las largas vacaciones que estuve en Lima experimenté algo que me preocupó: extrañaba más a Koro que a mis hermanos o familiares cercanos, de eso ya alguna vez explicaré, y volviendo al tema, hasta soñé que me lamía y me desagradó la anécdota que me contaron en la ausencia: “Koro ha empezado a chapar pajaritos, seguro ahora sí ya atrapará ratones y ya no pedirá tanta de la comida a la que le has acostumbrado”. Al volver, encontré a un Koro más grande e igual de cariñoso conmigo, sólo que había algo en él que ya no era igual: había empezado a salir por las noches y empezaron las heridas.
Estuve por llevarlo al veterinario para que lo castre, pero me apenaba mucho verlo sufrir o enojado ya que la vez que recibió las vacunas contra los parásitos se mostró muy renuente y desesperado. Esos maullidos de dolor me dolían también.
La última semana Koro y yo nos alejamos o, mejor dicho, yo quise alejarme de él. Mientras trabajaba escuché el sonido de la batea arrastrándose, era Koro que jugaba, me pareció gracioso y extraño, levanté la batea y no había nada, media hora después escuché el crujidos y era demasiado, Koro ya había comido y su plato estaba con restos de comida. La escena fue terrible: Koro tenía el hocico de sangre y la mitad de un pericote tirado en el piso, vísceras desparramadas. Una súbita náusea se apoderó de mí, me contuve vomitar y recordar la expresión del gato, era uno salvaje, era un esencia, era su instinto.
Decidí no abrirle la puerta de mi cuarto ni acariciarlo, cada vez que se me acercaba la terrible escena volvía. Imagino que Koro estuvo desconcertado y ya no corría por el pasadizo a darme la bienvenida. Nos sentimos alejados por unos días y el último fin de semana desapareció, creí que regresaría, al día siguiente… no lo hizo. El domingo por la mañana, a medio sueño, mi papá me despertó y me dijo que encontró a Koro muerto por el baño del cuarto de mi abuelo, me tapé con las sábanas y no quería saber más.
Sé que me apena mucho ver animales muertos o sufriendo porque la primera vez que le tuve cariño a un animal fue a un perro de raza cocker color caramelo, llamado Timy, que fue atropellado y mi papá tuvo que matarlo “para que no siga sufriendo”. Y así, hubieron muchos animales, desde conejos, monos, tortugas, iguanas y demás a los que les tuve cariño, pero a ninguno como lo que sentí por Koro.

Con lo ocurrido la última semana, recordé los años que padecí de hepatitis B. Desde un ángulo lleno de humor negro: por comer rata desconocida obedeciendo al instinto. Y algo que aún puedo aceptar es la poca madurez emocional que tengo, no necesariamente frente a un animal, sino ante otro ser que se desnuda y muestra su esencia. La sangre: la vida.
En algunos momentos creo que fue mejor que Koro se haya ido antes, ya que después de agosto, quedaría solo nuevamente e igual reactivaría sus instintos y tal vez otro hubiese sido su padecer. He optado no tener animales, ya que me queda comprobado que de alguna forma, son un ensayo de nuestras formas de relacionarnos a través de emociones y sentimientos artificiales. He optado no tener un gato hasta cuando explore más en mí y arregle ciertas actitudes que aún fallan.

Koro, gracias, te voy a recordar, aunque aún me entristece ver tu platito morado en forma de carita de gato y el silencio del pasadizo.
Continue reading Koro

sábado, 27 de abril de 2013

, , , , , , , , , , , , , ,

Verano 2013

Este post va dedicado para los días en el que me encomendé a la lejanía, al carpe diem, a la elevación de las almas, a los viajes por el Centro de Lima, trabajar en una agencia X, levantarme temprano, compartir con muchas personas el apretado espacio rodante, el sofoco entre beso y beso, el quebrar de mis huesos desde hace muchos años porque olvidé cambiarme de ropa -al día siguiente-.
Este post va para esos días de playa, piscina, noches interminables y desayunos espectaculares.
Este post va para la tía veneno de barrio, los ricos anticuchos, las bebidas zero, los rugidos y las películas que terminé de ver.
Este post va para todas las personas que me reconocieron desde el frente de una esquina, por las noches, por las madrugadas y bajo el agua.

Y aquí las canciones de la temporada que pasó hace mucho.

8) We Tried - The Drums

7) Sovereign Light Café - Keane




6) Please Love Me - Liam Bailey



5) Retrograde - James Blake



4) Naga - Ibrahim Maalouf

3) Ingenue - Atoms For Peace



2) Dance Me to the End of Love - Leonard Cohen



1) Yet Again - Grizzly Bear


Hasta que un lunes nos guarde en su sosiego.
Continue reading Verano 2013

jueves, 25 de abril de 2013

, , , , , , , , , ,

FOTOS de Chongos Bajo, Chupaca, Junín

Luego de tres largos e intensos meses regresé a Huancayo con muchas ganas... de canalizar todas las emociones y sentimientos que sigo llevando adentro, así que me escapé de la zona urbana de esta ciudad y visité Chongos Bajo (haz clic y conocerás más sobre este lugar). Aquí algunas fotos.
Capilla del Copón

El Señor de los Milagros y la Virgen de Guadalupe

Presurosa para vender leche de vaca

Triada de burros

Vista del nevado Huaytapallana 

Mi favorita: Llevando ramitas para el lonche

Sigilo
Continue reading FOTOS de Chongos Bajo, Chupaca, Junín