lunes, 1 de noviembre de 2010

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Por fin un lunes feriado

Al fin un lunes feriado.
Hágase la luz: Lunes de fiel, mi nueva bitácora, blog, página, bloc, web, webada o como refieran mis patas cada vez que opinaban mis post para Ulrike World que ahora yace en mejor vida.
Hoy tengo muchas tumbas que visitar y como que no me alcanzará tiempo para llevarle flores, cambiarle el agua a la botella de plástico, prenderle velitas o (en caso me sobre la plata) ponerme con una banda y hacer del cementerio un tonazo a lo Tim Burton.

¿Por qué cerró Ulrike World?

Bueno… desde que creé ese blog, nunca tuve un horizonte determinado, más que nada, terminó como una pachamanca donde había todo menos carne. Aquí me siento más libre, en cuanto a formalismos, eso para los trabajos de la universidad. Además en Humbert Humbert está más claro que el agua, aunque siempre he nadado en aguas turbias, ya fue la etapa Lolito y/o Humbercito.

¿Por qué Lunes de fiel?

Hace dos semanas quise chequear blog de un muy buen gran amigo, pero vaya sorpresa… NO EXISTÍA MÁS. Era lo único que me permitía conectarme con él ya que hace mucho tiempo que no nos vemos. Decidí tomar el nombre: The bitter moon, pero me sentía como en las pruebas de Álgebra en el cole. Como en factor común era la película mañosaza de Roman Polanski me fui por el título en francés, que por ser lengua romance, se presta para la cochinada y Lunes de fiel me pareció paradójico, aunque eso lo hubiese dicho hace dos o tres años porque era más libidinoso.

Lunes, sí, todos los lunes, caserita, caserito (con ese), postearé esas cosillas que ya dejé de escribir en mi diario. Como que la costumbre a la que me sometí desde los nueve años no me dejará. Tengo necesidad de escribir lo que me pasa y tal vez de que me lean, ¿quién? Ah… este… ya iré teniendo seguidores, creo…

Ahora sí, hecha la introducción, que es lo que le gusta más a mi amigo Pepito (de quien hablaré más poco a poco) , contaré este fin de semana de brujas y calabazas (las que no hablan, porque las que hablan sólo saben pedirte la tarjeta de crédito).

El viernes 29 tomé mi segundo Hugo, el de chirimoya con laxante creo porque luego estuve como media hora internado en el WC y ya desde ese día me proyectaba para el fin de semana.
Malicha, una de mis mejores amigas de la universidad, alias “Chetes” (de cachetes)… este… dile que se voltee y comprenderás por qué. La cosa fue que me dijo que una de sus tías hacía tono el 30 e incluían estripers, así que no dudé en decirle sí, o mejor dicho no dudé en pensarlo, pero sí en decirlo.

El 30, previos al Halloween, ya toda la gentita se alistaba para ponerse disfraces y yo me ocupaba toda la mañana en arreglar mi cuarto… creo desde junio no lo hacía debido a que en julio fueron las parciales, viajé a Arequipa y me quedé todo agosto en Lima. Sentí mucha satisfacción (en el buen sentido) al reencontrarme con mis libros (en especial), le di un ojo a cada uno mientras les sacaba el polvo (a los libros). Por la tarde empezó a llover y preferí quedarme leyendo una que otra revista. Mientras veía El especial del humor cenando un chaufón que trajo mi tío –porque una casa sin mujeres es todo menos casa–, llama Malicha y salgo disparado, misio… o sea, con dos soles con veinte céntimos y una ficha para jugar Street Fighter.

Llego a la fiesta, casi todos mayores de treinta años, entre ellos Malicha me pasaba la voz para ir a la esquina donde estaba con Tefa, su hermanito (que mide 1.74 cm aprox.), Nadine y Dianita Pastrula (que siempre me repite no le diga así). La cosa era ir a la discoteca Max Oh. Luego de la cena –sí, otra vez cena, carnero al palo– quisimos quitarnos, pero Malicha y Dianita Pastrula la veían verde porque el día anterior se fueron a tonear hasta que su mamá las agarre a zapatillazos por llegar tarde, aunque Malicha afirma sufrió menos porque el alcohol minimiza el dolor. Lograron persuadir a sumamá so pretexto que Nadine cumplía años hipotéticamente. “Sólo hasta la una de la mañana” nos dijo, pero como son dos hermanas: hasta las dos. Hay que ser buenos en el cálculo para esas cosas también.

Llegamos al Max Oh, la entrada estaba abarrotada de gente. Para variar, Malicha llamó a un amigo y entramos gratis nuevamente. Más que una discoteca parecía un sauna, encima yo era el que menos tonero se había vestido, tuve que sacarme sólo la chalina, la chompa jamás porque me daba vergüenza mostrar mi polo de los Looney Toones de Gamarra. Sobre la pista de baile se habían montado una carpa de algodón extendido (en usanza a la tela de araña) donde colgaban bichos de plástico, el ambiente estaba muy bueno, pero el bendito calor era insoportable, más calor provocaba cuando veía a varios adolescentes perreando frenéticamente y sudando en litros. Por un rato busqué a la amiga de Dianita Pastrula que conocí en un tono anterior, no la encontré y seguí bailando con Tefa, mientras su hermanito bailaba con Dianita Pastrula. Mientras la rutina quería poseer nuestros cuerpos abrumados por la bulla, Malicha se encontraba ya en pleno escenario perreando exageradamente con el conejito de Club, sus piruetas más parecían a los que veo en Animal Planet al extremo, no duró mucho y todos en coro: ¡que se vaya!

A las dos de la madrugada volvimos a la casa de la tía de Malicha, ¡sopresa! Los payasos de La hora loca ya estaban en pleno show, me quedé un ratito más y fugué para mi casa: directo al sobre.
Ayer me desperté a las once de la mañana y con la necesidad de volver al internado del WC. Fui a comer pachamanca, luego a ver Piraña 3D. Recomendación: esta película es la prueba de fuego para los que piensan postular a medicina o todo enfermito que le guste ver más de 2144352543 litros de sangre. Bueno… creo que –no tanto así– era necesario ver esa película, es que El secreto de sus ojos sólo estaba programada para las 21:30, además desde el miércoles estoy asistiendo al ciclo de cine europeo que está proyectando la Alianza Francesa y para no parecer tan posero me puse mis lentes 3D a ver cuerpos a medio masticar.

Al salir y caminar por la calle Real me mareé al ver tanto mocoso disfrazado o enmascarado con su calabacita de plástico pidiéndote caramelos, ¿acaso ya han olvidado que sólo se pide caramelos en las tiendas y/o casas? O sea, un transeúnte común no está en la calle con sus bolsita de caramelos, claro, a menos que sea uno de la mancha de Michael Jackson que hoy hacen su agosto. Así que animé a mi pata para tomar un par de cervezas en el Galeón (mi bar favorito) hasta que las veredas bajen su densidad pueril.

¡Pero nooo! Parece que la calle está dura para los chibolos también porque hasta a los bares entran a pedir caramelo, sí, esos de licor y la señora que atendía cómo los abastecía, me quedé algo anonadado. A las pruebas me remito, logré tomar unas cuantas fotos. Mírenlas.

Al final deduje que estos pequeños no tanto entraban a pedir caramelos sino a buscar a sus viejos por encargo de las mamás que los esperaban afuera.

De retorno a casa me puse a escuchar el disco de Brandon Flowers, Flamingo, que está muy tranqui e indie. No quise salir, apagué el celular y me puse a recordar cómo con el buen gran amigo que hablé en un comienzo detestábamos los lunes, porque es el día en el que da más sueño y le pones “sueñecito” como cinco veces al despertador del celular, las reunas del directorio en el trabajo, entrega de trabajos o exposición en la universidad, etc…
Y hoy es lunes, en el que todos descansamos, empezamos la semana resaqueados y nos alistamos a llevarle flores a algún muertito que nos espera.

Hasta el próximo lunes.
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