Había pasado tres días desde la audiencia en
el quinto juzgado penal, estuve apartado de todo el mundo que se mueve fuera de
mi cuarto –mi propio mundo–, donde ahora me encontraba clasificando papeles
(denuncia a los 23, denuncia a los 13, VIII semestre, VII semestre, RR.PP.
UNCP, Correo, Primicia, certificados, recibos Claro, etc.), vertiendo agua a
mis acuarelas cuarteadas, botando frascos de perfumes que ya no uso; por las
noches preparo pop-corn con margarina y saco una gaseosa para que me acompañen
mientras veo las películas que sé nunca podré ver en Cineplanet, lo sé, lo sé… “eso
me engordará más” y poco me interesa porque durante el último año he
enflaquecido demasiado al punto que me sentido estúpido, vacío, simplón y me
extrañaba… o bueno, alguna parte de mí extrañaba mi propia esencia.
Miraba de soslayo a Coro (mi gato) que se
arrellanaba sobre una almohada, no le tomé importancia y seguí leyendo, fue
algo desesperante y volví a dirigir la mirada hacia el pequeño felino que hacia
piruetas de espaldas con la finalidad de recibir mis caricias, ronronear y
quedarse dormido, tuve que hacerlo, no por le tenerle un afecto especial… sólo
que imaginé lo desdichado que se sentiría después que su hermana murió
envenenada por algún vecino (loco) y su mamá desapareció por algún vecino que
cree en ritos (gastronómicos) con los animales. Terminé el capítulo VIII de la
obra que me traía enarbolado y noté que Coro ya no estaba sobre mi cama, la
puerta estaba mucho más abierta, pensé un momento en lo ocurrido y me sentí
mucho mejor conmigo: lo había aprendido. No era necesario cerrar las puertas, o
nadie entra o nadie sale, durante los últimos años no lo estuve haciendo porque
tenía la puerta “bien” cerrada, he buscado o sigo buscando ser libre y no me
percaté en la libertad de los demás que fluyen como los guijarros en el río,
sino dejaba que todo fluya, tal vez ahora estaría ahogado, estancado,
¡Anaxímenes tenía razón en ese momento! Fui para mi escritorio y
releer lo que había escrito los últimos días, aun me parecía desatinado
publicarlos y más que eso: era tonto hacerlo, quienes existen mediante esos
párrafos no lo necesitaban, yo tampoco porque lo que más quería era verlos,
viajar, fumar un poquito de un porrito,
jatear, reír con la torta en la cara por mi cumpleaños, comer y sentir que en
los momentos de un “presente” sólo ocurrirían ahí… no, otra vez ¡maldito carpe
diem!
Falta un par de semanas para que las
vacaciones “de medio año” culminen, he repasado algunas cosas de los dos
últimos semestres y he vuelto a recordar
que la universidad no es el lugar más indicado para hacerte profesional y que
más se aprende imaginando, creando un mundo sin muros, lleno de horizontes por
todos los puntos cardinales y si hay una buena compañía, es mejor disfrutar las
cosas tanto como lo podrías hacer estando solo.
Hasta un próximo lunes.
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