El agua es el elemento que purifica las cosas y las
libra de todo aquello que el ser humano ha dañado; el agua salada es la
comunión entre lo humano y lo natural.
“Sin
vacaciones hasta septiembre” era la frase que me rondaba la cabeza desde que
empezó el mes de julio, tal vez tuve ganas de maldecir a alguna autoridad
universitaria o alumno que encabezó la toma de la universidad por más de un
mes, pero era hacer hígado en vano… la
ANR ya había puesto una comisión de orden y todos agacharon
la cabeza sin tregua alguna.
Luego de haber
sido reportero para otro periódico local por las vacaciones forzadas y pasarme
las noches leyendo, me propusieron viajar… la cosa fue señalar bien a qué parte
del país, Huánuco o Trujillo. Era indudable, amé, amo y amaré el mar y el clima
de la costa.
Así que llegó
la última semana del mes, donde todos los fanáticos cuelgan sus banderitas
bicolores y se incrementan con el complejo de “si mi bandera es más grande, soy
más patriota”. Bueno, al final todos tenemos que ponerlo (quizá porque no
tenemos tanto dinero para pagar las multazas que ponen las municipalidades).
Dejando la
posería de lado, enrumbé a Lima y por primera vez no llegué a mi jato, que fue
algo extrañamente nostálgico.
Preferí ir a
una agencia de transporte para embarcarme en un vehículo más seguro, sin
embargo, acepté la idea de ir al terminal de Fiori… más por curiosidad y la
adrenalina que provocan esos viajes donde el carro para cada cierto tramo, no
te dan comida ni cobija y te las ves más por ti mismo.
Esta vez iba
más allá del “Norte”, mucho más lejos de aquella parada que tengo desde hace
seis años. El lugar donde he guardado parte de mi esencia para poder vislumbrar
un poco de eternidad. La misma eternidad que llevo en el corazón en forma de
primavera.
Mientras
escuchaba a los MGMT, Cajun Dance Party y Coldplay iba avanzando observando el
mar, claro… en tanto por tramos se podía divisar.
Entre
tablazos, dunas y esteros llegamos a Huarmey donde por fin se estacionó el
carro luego de tenernos moribundos del hambre, y como caníbales salimos a
buscar una mesa desocupada, pero cuál era el menú… “pescado o pollo frito”.
Sólo me gusta el pescado en ceviche y del pollo estoy cansado. Me sentí como en
las últimas elecciones presidenciales. Así que tuve que esperar al pollo.
Pasaron media
hora y éramos varios que sólo vimos circular los platos, hasta que nos dijeron
“se nos acabó el pollo”. Nooo… Era notable que tal negligencia ocurrió porque
el restaurante no se daba abasto de atender a los pasajeros de tres carros a la
vez. No quedaba otra: buscar al chofer para lincharlo.
Con un par de
huevos sancochados en el estómago continué en el viaje, me topó el sueño y
recuerdo que ya entrada la noche prendieron las luces y anunciaron que
estábamos en Chimbote, aún soñoliento pude divisar algunas casas y al salir de
la ciudad sentí un ligero olor a pescado, creo que eso me hizo dormir
nuevamente.
Monumento a la Libertad, esculpido por Edmundo Moeller |
Un par de
horas después ya estábamos en Trujillo, lo primero que quise hacer fue “comer”,
sin embargo había que cumplir el protocolo, primero buscar un hospedaje,
bañarse, cambiarse de ropa, etc… pero todo me llegó al par de huevos
(sancochados).
El dueño de
hotel muy parecido a un viejo amigo, nos recibió muy cálido… luego visitar la
plaza aunque necesitaba alimentarme, corrí a la pollería Cachito que me
recomendaron, porque por las noches hay más pollerías que cabinas de Internet.
Los días en
Trujillo transcurrieron, uno más largo que el anterior, uno más cálido que el
otro.
Definitivamente
tendré que volver, me sentí realmente cómodo, como en casa. Serán eternos los
recuerdos de la visita a la
Huaca de la Luna y Huaca del sol, Huaca Arcoiris, Chan Chan, la ciudad de barro más grande del mundo y, por su
puesto, Huanchaco. Uno de los taxistas de regreso a la ciudad, nos comentó que
hay muchos más lugares que nos faltó visitar, como hacer esos tour más
alternativos.
![]() |
Ocaso en Huanchaco |
El lado
frívolo tocó cuando fui al Real Plaza y encontré una Bembos… después de años,
luego para más noche un merecido whiskie que convirtió la noche en algo más
allá de horas de oscuridad.
Las veces que
estuve en Huanchaco pude observar unos ocasos que parecía apretarle el corazón
al cielo y se lo exprimían entre las nubes. Probé el mejor ceviche, paseé en
caballito de totora, comí Frito en todos los desayunos que estuve por allá.
Estaba
caminando por Lima o por Trujillo, salía del Centro Cívico para tomar el bus de
regreso a Huancayo, salía de una agencia de regreso a Lima.
Estaba en
alguna parte del país, caminando, entre la arena o el asfalto, mirando un
anochecer o el eterno ocaso que revivía la primavera que guardo siempre
adentro, en ese espacio infinito que almacena los buenos sentimientos.
El sol se despide |
Hasta un
próximo lunes.
1 comentarios:
Wow! Que casualidad! Recién regresé de Trujillo también pero hacía frío los días que estaba yo. =P Suerte que podías tener "vacaciones forzadas." =)
Me encanta tu forma de expresarte y contar historias! =) Me imaginaba allí en Trujillo otra vez, pero comiendo en Otto Grill de Real Plaza en vez de Bembos. Hehe!
En que hospedaje te quedaste allí? =)
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