
Después de esos sueños hondos, como si nuestra
conciencia se hubiese aventado al más profundo abismo, desperté.
Sobre la mesa junto a la cama seguían los dos
vasos de whisky, la inercia estiró mi brazo derecho para coger uno de ellos y resbalé
de la cama golpeándome la frente. Estaba la ras, entre el polvo y una caja de
cigarros cerca que apreté entre mis...